EL HAMBRE DE PAN SIN EL HAMBRE DE DIOS NUNCA SERÁ SATISFECHO
La historia humana nos hace ver una realidad muy frecuente que se repite en cada época, es decir, que el hambre de pan sin el hambre de Dios siempre es una necesidad insatisfecha; todas las veces que el ser humano ha querido relegar a Dios de su vida preocupado por el pan del cada día ha creado mayor hambre y miseria en la tierra, en cambio, todas las veces que los seres humanos han vivido de cara a Dios han sabido satisfacer el hambre de pan de su prójimo. Aún en situaciones de crisis y dificultades económicas globales la Iglesia siempre está al pie para manifestar su caridad porque Dios lo exige así.
El mismo Jesucristo cuando pasó por esta tierra se preocupó no sólo por la instauración del Reino de Dios con la predicación de su Palabra, sino que supo estar al tanto del hambre corporal, reflejo de esta realidad está en la multiplicación de los panes y de los peces, además de alimentar a sus apóstoles después de su resurrección en las orillas del lago; lo bueno del gesto de Jesús es que no quiere solucionar los problemas sin la intervención del hombre, siempre busca que el hombre desde su libertad contribuya a solucionar sus problemas personales, familiares o soicales. Pero lo más interesante en la vida de Jesús está en que pensó con amor en convertirse él mismo en alimento de vida eterna, prácticamente, todo el capítulo 6 del evangelio de Juan nos narra sobre el discurso de Jesús como alimento verdadero para el alma y el cuerpo: “Yo soy el pan de vida eterna el que come de este pan y bebe de este cáliz tendrá la vida en abundancia”.
En efecto, todo ser humano tiene hambre de pan cotidiano, pero no todos tienen hambre de Dios; esto significa que no todos los humanos somos iguales en convicción, cada quien vive como mejor le parezca y según la ideología que lo motiva. No obstante, respetando la libertad de cada individuo no podemos dejar de anunciar el mensaje de Dios que vino a la tierra para revelarnos la verdad sobre Dios, el hombre y el mundo. Nosotros como discípulos de Cristo debemos hacer recordar a los hombres de todas las generaciones la necesidad de satisfacer no solo el hambre de pan material, sino también el hambre de Dios, pues en la medida en que el ser humano se llene de Dios será capaz de desbordar en su corazón la generosidad y la caridad para trabajar incansablemente para conseguir los medios para el pan material y así satisfacer sus necesidades básicas y ayudar a los demás a lograr sus objetivos. Por tanto, satisfacer el hambre de Dios es satisfacer con amor el hambre del pan cotidiano.
La constante tentación del pensamiento humano es dividir estas dos necesidades como una forma de eludir su propia responsabilidad, ya sea en el aspecto material o espiritual. Ningún extremo es bueno para el bienestar de las personas, ni muy espirituales ni muy materialistas, todo en el término medio; pues no podemos olvidar que las personas somos alma, espíritu y cuerpo, por tanto, no podemos dividirnos si queremos vivir con dignidad y plenitud. Las tres dimensiones humanas van unidas mientras el hombre está aquí en la tierra. Incluso después de nuestra muerte con la separación inevitable del cuerpo y el alma nuestro espíritu desea eternamente unir al cadáver de nuestro cuerpo con el alma inmortal, que se cumplirá sólo cuando Dios nos conceda el don de la resurrección futura. En este sentido, la plenitud de la existencia humana no se alcanzará en esta tierra, aunque este tiempo nos sirva de entrenamiento o anticipo de lo que veremos en la eternidad, después de la resurrección y el juicio final. Mientras tanto nuestro deber consiste en preocuparnos por satisfacer el hambre de pan y el hambre de Dios. Aprovecha el tiempo al máximo en amar y hacer el bien a todas horas, no hay tiempo para hacer el mal en esta vida porque es muy corta tu existir.
Por lo mismo, el milagro de la vida de cada individuo consiste en convertirse en pan para los demás; un pan de generosidad, pan de solidaridad, pan de justicia, pan de igualdad, pan de la fraternidad, pan de la caridad, pan de la salud, sobre todo, en el pan del perdón, que mucha falta hace a la sociedad actual. En efecto, tu vida debe ser ese pan de la alegría, pan de la amabilidad, pan del servicio, pan de la honestidad y la integridad, pan para todos porque Dios es todo para ti. Recuerda siempre que Dios vela por tus necesidades, vigila tus preocupaciones, viene en tu ayuda, piensa en ti, necesita de ti, a fin de que tú hagas lo mismo con tu prójimo. Si estas lleno de Dios sabrás dar con manos llenas a los demás para saciar el pan material y espiritual de los demás. No dejes pasar esta oportunidad de convertirte pan para los demás. Salir de tu propio egoísmo y salir de tu propia comodidad te hará comprender que la vida tiene sentido sólo si estamos abiertos a las necesidades del prójimo. (Marcos)