SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS, EN TI CONFÍO
¿Dios tiene corazón? Si crees en Dios como comunión de personas, entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, un solo Dios entres personas distintas e iguales eternamente, es posible que sí, pero ¿qué entiendes por corazón? Y ¿qué idea tienes de Jesús? Según tu fe y tu conocimiento la respuesta será muy certera o distante a la verdad. En efecto, normalmente nuestro lenguaje sobre Dios es muy limitado, ya que no se puede encerrar a Dios en el cerebro humano, menos en una idea o pensamiento, porque, Dios es tan cercano y tan lejano al hombre; tan cercano porque en Cristo se hizo hombre, asumiendo nuestra naturaleza humana, por tanto, vive en y con nosotros; tan lejano, en el sentido de que trasciende nuestra pequeñez humana, y su existencia abarca todo el universo infinito, es decir, que todo existe en él, por él y para él.
En este sentido, cuando hablamos del Sagrado Corazón de Jesús, nuestra mente y nuestro corazón se dirige a la persona de Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre. Por tanto, Dios, sí, tiene corazón, en cuanto existe como persona, que sabe amar y sentir, es decir, el corazón entendido como la totalidad de la persona, no sólo ese músculo que bombea la sangre y donde, figuradamente, atribuimos aquellos sentimientos buenos y malos del hombre. Hablar del corazón de Jesús es contemplar las maravillas que él ha hecho en la tierra por todos y cada uno de los hombres de la tierra, es decir, Jesús nació, murió y resucito por amor a los seres humanos: “Tanto amo Dios al mundo, que entregó a su Hijo único por la Salvación de los hombres”. En efecto, Jesús, es el Salvador del mundo, el Emmanuel, Dios con nosotros; desde esta perspectiva comprendemos que Dios tiene un corazón divino y humano, capaz de amar a cada persona de modo distinto e igual, sin agotarse infinitamente. Grande e inmenso es el amor de Dios para contigo, pues su paciencia y su humildad supera todas las virtudes y valores de todos los hombres, juntos: “Venid a mi todos los que están cansados y agobiados, que Yo les aliviaré; pues mi yugo es llevadero y mi carga es ligera”. Por el amor que nos tiene, Jesús está dispuesto, libremente, a cargar todas las situaciones humanas, sin condición alguna. Es el amor incondicional por excelencia, el amor perfecto, inabarcable pero real en la experiencia profunda de los hombres de limpio corazón y buenos sentimientos. Por eso, nos dice: “sean mansos y compasivos de corazón, porque, Yo soy humilde y sencillo de corazón”. Mucho más todavía, “sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”.
Por consiguiente, hablar del Sagrado Corazón de Jesús es mirar al mismo Dios: “quien me ve a mi ve al Padre, quien me recibe a mi recibe al Padre; Yo y el Padre somos uno; nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquél a quién se lo quiera revelar con su santo Espíritu”. Por tanto, Dios tiene un corazón cargado de amor, porque, “Dios es Amor”, y es sagrado, porque, es simplemente Dios y sólo Dios: “Yos soy el que Soy”, Yahvé. Por eso los cristianos profesamos nuestra devoción y nuestra fe en el corazón sagrado de Jesús, el Señor.
Renovemos nuestro compromiso de vida cristiana con la imitación del corazón manso humilde de Jesús. Pongamos toda nuestra confianza y crezcamos en virtud y santidad para gloria nuestra y la de Dios; pues, “la gloria de Dios es el hombre viviente, y la gloria de éste, es la gloria de Dios” (S. Ireneo). En la medida que nuestra vida se amolde a la vida de Jesús, nuestra devoción a su Sacratísimo corazón será limpia y perfecta; aún más, en la medida que aceptemos la presencia de Cristo en la Eucaristía seremos capaces de prepararnos cada día para comulgar su sagrado Cuerpo y Sangre. En este sentido, el corazón de Jesús es la totalidad de la persona de Jesucristo, es decir es el Cristo Total, que se nos da gratuitamente, no sólo a los justos y buenos, sino también, con su misericordia infinita se abre al hombre pecador y malo. Dios te ama por encima de tu miseria y pecado, lo que cuenta para él es tu capacidad de arrepentimiento, tu capacidad de enmienda, tu propósito de no volver a cometer el mismo pecado: Dios es misericordioso en su Sagrado Corazón. Dios te ama más que nadie, y tú debes amarle sin cesar, incondicionalmente (Marcos). (22 de junio de 2017)
+ P. Marcos Trujillo Reaño OSJ
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