martes, 11 de mayo de 2021

SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS, EN TÍ CONFÍO



 SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS, EN TI CONFÍO


¿Dios tiene corazón? Si crees en Dios como comunión de personas, entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, un solo Dios entres personas distintas e iguales eternamente, es posible que sí, pero ¿qué entiendes por corazón? Y ¿qué idea tienes de Jesús? Según tu fe y tu conocimiento la respuesta será muy certera o distante a la verdad. En efecto, normalmente nuestro lenguaje sobre Dios es muy limitado, ya que no se puede encerrar a Dios en el cerebro humano, menos en una idea o pensamiento, porque, Dios es tan cercano y tan lejano al hombre; tan cercano porque en Cristo se hizo hombre, asumiendo nuestra naturaleza humana, por tanto, vive en y con nosotros; tan lejano, en el sentido de que trasciende nuestra pequeñez humana, y su existencia abarca todo el universo infinito, es decir, que todo existe en él, por él y para él.

En este sentido, cuando hablamos del Sagrado Corazón de Jesús, nuestra mente y nuestro corazón se dirige a la persona de Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre. Por tanto, Dios, sí, tiene corazón, en cuanto existe como persona, que sabe amar y sentir, es decir, el corazón entendido como la totalidad de la persona, no sólo ese músculo que bombea la sangre y donde, figuradamente, atribuimos aquellos sentimientos buenos y malos del hombre. Hablar del corazón de Jesús es contemplar las maravillas que él ha hecho en la tierra por todos y cada uno de los hombres de la tierra, es decir, Jesús nació, murió y resucito por amor a los seres humanos: “Tanto amo Dios al mundo, que entregó a su Hijo único por la Salvación de los hombres”. En efecto, Jesús, es el Salvador del mundo, el Emmanuel, Dios con nosotros; desde esta perspectiva comprendemos que Dios tiene un corazón divino y humano, capaz de amar a cada persona de modo distinto e igual, sin agotarse infinitamente. Grande e inmenso es el amor de Dios para contigo, pues su paciencia y su humildad supera todas las virtudes y valores de todos los hombres, juntos: “Venid a mi todos los que están cansados y agobiados, que Yo les aliviaré; pues mi yugo es llevadero y mi carga es ligera”. Por el amor que nos tiene, Jesús está dispuesto, libremente, a cargar todas las situaciones humanas, sin condición alguna. Es el amor incondicional por excelencia, el amor perfecto, inabarcable pero real en la experiencia profunda de los hombres de limpio corazón y buenos sentimientos. Por eso, nos dice: “sean mansos y compasivos de corazón, porque, Yo soy humilde y sencillo de corazón”. Mucho más todavía, “sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”.

Por consiguiente, hablar del Sagrado Corazón de Jesús es mirar al mismo Dios: “quien me ve a mi ve al Padre, quien me recibe a mi recibe al Padre; Yo y el Padre somos uno; nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquél a quién se lo quiera revelar con su santo Espíritu”. Por tanto, Dios tiene un corazón cargado de amor, porque, “Dios es Amor”, y es sagrado, porque, es simplemente Dios y sólo Dios: “Yos soy el que Soy”, Yahvé. Por eso los cristianos profesamos nuestra devoción y nuestra fe en el corazón sagrado de Jesús, el Señor.

Renovemos nuestro compromiso de vida cristiana con la imitación del corazón manso humilde de Jesús. Pongamos toda nuestra confianza y crezcamos en virtud y santidad para gloria nuestra y la de Dios; pues, “la gloria de Dios es el hombre viviente, y la gloria de éste, es la gloria de Dios” (S. Ireneo). En la medida que nuestra vida se amolde a la vida de Jesús, nuestra devoción a su Sacratísimo corazón será limpia y perfecta; aún más, en la medida que aceptemos la presencia de Cristo en la Eucaristía seremos capaces de prepararnos cada día para comulgar su sagrado Cuerpo y Sangre. En este sentido, el corazón de Jesús es la totalidad de la persona de Jesucristo, es decir es el Cristo Total, que se nos da gratuitamente, no sólo a los justos y buenos, sino también, con su misericordia infinita se abre al hombre pecador y malo. Dios te ama por encima de tu miseria y pecado, lo que cuenta para él es tu capacidad de arrepentimiento, tu capacidad de enmienda, tu propósito de no volver a cometer el mismo pecado: Dios es misericordioso en su Sagrado Corazón. Dios te ama más que nadie, y tú debes amarle sin cesar, incondicionalmente (Marcos). (22 de junio de 2017)


+ P. Marcos Trujillo Reaño OSJ



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